martes, 6 de enero de 2009



El docente que posee proyectos de vida asume su labor pedagógica como educador e incluye esta en la complejidad de su propia vida. El éxito de un docente y en general de toda persona depende de la manera como se proyecte en la vida. No todo docente educa. No todo docente es pedagogo. No todo docente es maestro. Es deseable que el profesor y quien ejerza la docencia sea un verdadero pedagogo, maestro y educador. Así mismo, es deseable que el verdadero pedagogo y educador asuma este oficio como uno de sus proyectos de vida, sin permitir que el mismo cope su existencia.
Empiezo por la última parte. Muchos docentes entregan toda su vida al oficio de educar, dejando de vivir otras dimensiones de la vida, o dedicando lo mejor de sí a este y poco o nada a la calidad de vida personal, familiar, social, cultural, espiritual, estética o política. El proyecto de vida pedagógico no reside solamente en prepararse de manera permanente para generar oportunidades y capacidades de intervenir en la formación "integral" de los estudiantes, sino también y sobre todo en asumir su vida con pensamiento pedagógico, es decir con capacidad para intervenir pedagógicamente en el manejo de su propia vida. Las personas que no poseen proyectos de vida avanzan consciente o inconscientemente proyectos de muerte, ven las cosas en y desde una misma dirección 1.
Es cierto que el verdadero educador "roba" buena parte del tiempo de su vida para entregarla a este oficio. Pues hay que invertir en la preparación de verdad y con rigor de las clases, para generar posibilidades y capacidades de motivación y aprendizaje significativo, desarrollo de competencias cognoscitivas y socioafectivas, comprensiones y vivenciación de conocimientos; en conocer los progresos en los campos y disciplinas afines a las áreas de formación, así como diferentes enfoques y modelos pedagógicos clásicos y contemporáneos, para no quedarse con visiones y perspectivas teóricas y metodológicas lineales, únicas, uniformes y rígidas, negándose la posibilidad de recoger lo mejor de la diversidad pedagógica -- flexibilizar la mirada es una manera de crecer como persona; toda flexibilidad edifica (Arboleda, Pensamiento lateral y aprendizajes, Magisterio, 2007) --; en regalarle tiempo al estudiante en lugar de cerrarle las puertas del afecto, la amistad, la tolerancia y la comprensión (porque son muchos, porque no hay nada que hacer- dirán); en conocer a los estudiantes y seleccionar metodologías heterogéneas en lugar de homogeneizantes que advierten a estos como una masa única que debe aprender, comprender y actuar del mismo modo y a un mismo compás rítmico; en fin, requiere tiempo que la relación laboral no otorga para ver y hacer lo que la rutina le impide, pero que él está dispuesto a dar o inventar porque libremente ha asumido un compromiso moral y ético (consigo mismo y con la sociedad): el de educar, es decir favorecer el desarrollo humano y de la vida, función que no se les exige a quienes libremente asumen oficios o compromisos diferentes.
Sin embargo, el educador, es decir el docente que invierte tiempo "a debe", no es un verdadero educador si no pone en práctica estas virtudes en su propia vida; si ve la vida de manera holista, única, uniforme (mi razón de ser es la educación, la pedagogía - dirá), y no invierte tiempo para sí mismo. Uno actúa como persona cuando reafirma en sus actos los principios de solidaridad y privacidad: no más entrega al otro que a sí mismo, y recíprocamente. El verdadero educador reconoce que la vida requiere diseñar, además del pedagógico, otros proyectos en los cuales reafirmar su espíritu educativo, tales como el familiar, político, ecológico, espiritual, estético. Una manera de crecer y vivir como persona es aprender a ver-se desde varios planos y de manera actuante.
El buen educador crea espacios para recrearse al compás rítmico de sus gustos y placeres y de los gustos y placeres de sus seres preciados (pareja, hijos, familiares, colegas, vecinos, amigos); para encontrarle sentido a estas relaciones a través de otras formas; para pensar en sí mismo, en otros retos, otros compromisos, otras maneras y formas de ser, pensar, actuar, obrar, sentir, vivir, verse y saberse útil, fiable, emprendedor, falible, incompleto, inquieto, vivo. Humano. La felicidad y la calidad de vida no existen por fuera de uno mismo. En nosotros reside el amor y la felicidad que podamos sentir y vivir realmente, y en gran medida la calidad de la vida que nos demos.
El pedagogo reflexiona permanentemente y de manera actuante sobre la finalidad educativa, sobre la ética pedagógica, sobre sus propias carencias como ser humano, y pone en acto los pensamientos y estrategias que elabora para ser cada vez mejor, sin claudicar, es decir sin dejar de obrar en consonancia con la función que decidió libremente realizar, a pesar de las hostilidades del entorno político, social y cultural. El pedagogo nunca dice: "no hay condiciones para hacerlo como uno quisiera", acompañado de una actitud pasiva, derrotista y cómoda; por el contrario, estudia, genera espacios y estrategias para proceder de manera diferente al juego que le propone la realidad aciaga. El proyecto de muerte pedagógico nos hace mirar sin ver aquello que impide continuar en la comodidad a la que nos hemos acostumbrado o resignado vivir, pensar como pensamos, actuar como actuamos, pues no nos gusta vivir la incomodidad de emigrar del preciado territorio en el que no hacemos nada diferente.
Las debilidades y fortalezas presentes en el estudiantado se expresan también en la comunidad docente. El facilismo y la apatía no solo residen en los estudiantes sino también en el profesorado. El elogio a la complejidad pedagógica pasa por asumirse como personas incompletas y falibles, que se equivocan, que pueden aprender del error; que no deben poder saberlo todo -- es inverosímil que alguien crea que ya lo sabe todo, o al menos, lo básico, por más títulos o certificados que posea, pues el mundo y la ciencia avanzan sin descanso--, que requieren aprender de manera permanente porque año tras año los estudiantes no son los mismos -- son lo que quiere el mundo global, lo que impone la dinámica de las relaciones sociales de producción, de comunicación, de poder --, aprender a mirar viendo al estudiante, aprender estrategias para intervenir en su formación reconociendo que cada uno es diferente, posee su propia subjetividad, es decir su propia manera de aprender, de ser, sentir, pensar, creer, actuar, obrar.
El facilismo - el proyecto de muerte pedagógico-- puede llevarnos a los docentes a creernos y asumirnos como seres infalibles, terminados, completos. O actuar poco afectuosa, amigablemente con los estudiantes, no regalarles tiempo (porque no hay), trazar límites bajo el esquema enseñante- aprendiz, intervenir a lo sumo en su formación de conocimientos: muchos docentes de esta categoría no se preparan para lograr que gran parte de los estudiantes convierta la información que se les ofrece en conocimientos, competencias, comprensiones y riqueza personal y social; unos se conforman con que los mismos pocos de siempre aprendan significativamente y pierda la mayoría convencidos que hicieron lo imposible y adecuado, y otros con que muchos o todos ganen sin haber alcanzado las metas de comprensión trazadas (si es que han sido formuladas y planeada la intervención con base en estas).
Hay estudiantes y profesores que, por el contrario, asumen el quehacer de la formación y otros quehaceres de su vida práctica como proyectos de vida. Estos estudiantes son contados con la mano en los cursos y hasta en la institución. Ellos cuentan con esquemas y capacidades cognoscitivas, investigativas, autorreguladoras, motivacionales y actitudes que les permiten aprender aún por encima del profesor. Igual algunos docentes poseen estos y otros esquemas y capacidades para asumir la función educadora. Muchos de los criterios por los cuales se evalúa y califica a los estudiantes (responsabilidad, dedicación y esmero, actitud investigativa, participación activa, automotivación, trabajo en equipo, cumplimiento, convivencia y respeto, entre otros), hacen parte de la autoevaluación que los verdaderos educadores tienen como rutina.
El proyecto de vida pedagógico es el diseño de un plan mediante el cual los docentes se ven y asumen como educadores, evaluando y controlando la acción de intervenir en la formación realmente integral de sus estudiantes y de sí mismo 2.
El aprendizaje del pedagogo es permanente y contínuo.
Aún estoy vivo: hoy decidí iniciar o potenciar el diseño y desarrollo de mi proyecto de vida pedagógico.

1 Arboleda, JC. Pensamiento lateral y aprendizajes, Edit Magisterio, 2007.
2 Arboleda, JC. Metodología del aprendizaje por competencias, comprensiones y proyectos de vida. Universidad Autónoma del Cauca- Fundación penser, 2007.